Estuvo resultón el acto de elección de
reina de fiestas de este año que volvió a la plaza de toros Las Arenas. Las
actuaciones y espectáculos estuvieron muy bien y no acabó demasiado tarde.
Buena idea también la disco móvil para que nos tomáramos algo con los amigos
hasta una hora razonable… para los que pasamos de la cincuentena. Que se notan
los años, hay que ver. Fue una lástima que sólo hubiera medio aforo.
El precio de la entrada era más que razonable.
Quizá es que por unas razones u otras ya no se contratan actuaciones de primera
fila, lo cual también era un polo de atracción. Gonzalo, La Década Prodigiosa , El Dúo
Dinámico o Francisco fueron en su día grandes atractivos. Pero los tiempos son
otros. Los 80 y los 90 pasaron y, la verdad, en la élite del panorama musical
nacional queda muy poco en activo y con atractivo. Para un concierto en otro
momento del verano (como fue en su día La Unión o Loquillo) sí; pero para la elección,
quizá, desentonaría.
Muy acertado el minuto de silencio por la
muerte de la abuela de de la dama de los Guerreros y madre del exaldalde, José
Miguel Mollá.
También acertada la bienvenida que se nos
dio al “legado de D. Francisco Albalat”. Algo que conviene recordar. Asimismo,
también fue novedoso que la entrada de las damas fuera acompañada con música en
vivo con el Grupo de Cuerda de la
S.U .M Santa Cecilia.
Marta, nuestra nueva reina de fiestas,
habló del “olor a pólvora en las calles” y me vino a la cabeza una reflexión
borde las mías: “como la Ley
nos siga machacando como lo está haciendo, el único olor en fiestas va a ser el
de los gazpachos y el de las pasticas”, pensé. Al margen de esto, recuerdo que la primera elección de reina de fiestas en la plaza de toros “Las
Arenas” se celebró en 1986, recién rehabilitada. Me viene a la cabeza el
momento (22:20 de la noche) en el que nuestro recordado Juan Requena de los
Santos, extendía un rollo de mantel de papel por la grada y con un spray
escribía: 1910, 1911, 1912… hasta llegar
a 1986.
Fina Amorós, dama del ayuntamiento, tuvo el
honor de inaugurar una nueva etapa de este gran acto festivo-social que con
actuaciones más o menos de primer nivel debe ser eso; un encuentro más de
amantes de nuestras fiestas. Es pasar un rato juntos de la misma forma que
hacemos en las cenas de comparsas, en las gachamigas o paellas de la Semana Festera. La elección de
aquel año 86 quedó muy bien y fue la demostración de que la plaza podía ser
mucho más que un recinto donde se matan animales bajo el curioso nombre de
“fiesta nacional”. No me gustan los toros; creo que ha quedado claro. Pero
tampoco soy de los que se ponen a vocear detrás de una pancarta anti-taurina. El que quiera ir que vaya pero esta
“fiesta” desaparecerá por sí misma. Morirá de vejez.
Por cierto, ya que se puso, el himno
nacional debió sonar al final como solemne colofón; no al principio. Ya se
sabe; nos gusta buscar pegas a todo. Y de la puntualidad ¿qué decimos? Que no
hay forma.
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